Mucho se habla sobre la caída del México-Tenochtitlan, sin embargo, antes de este problemático suceso hubo una ciudad que cayó mucho antes de la llegada de los españoles, se trata de Teotihuacan.
El período clásico (200-900 d.C.) fue el horizonte cultural que vio nacer a uno de los grandes centros urbanos de la época; Teotihuacan es una palabra náhuatl que significa “lugar donde fueron hechos los dioses”. Llevaba este nombre porque se creía que fue en este sitio donde nacieron el sol y la luna.
Aunque hay muchos mitos en torno a la desaparición de esta cultura, los registros históricos explican que uno de los primeros hechos que marcaron el inicio del fin se debió a que el centro fue incendiado y saqueado.
Por otro lado, el antropólogo y arqueólogo René Millon plantea que uno de los aspectos principales que propiciaron la extinción del lugar fueron la mala administración de la economía, la descuidada gestión política, “la inflexibilidad hacia el cambio, la existencia de una burocracia ineficiente e incompetente y el deterioro de las redes de intercambio”.
En compensación, la antropóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Linda Manzanilla, quien se dedicó a examinar partes de las ruinas del lugar, así como restos de humanos y de otros materiales hallados en el área, llegó a la conclusión de que las erupciones volcánicas de las zonas aledañas provocaron la migración de otras culturas a la ciudad, lo que con el tiempo desencadenó rivalidades y peleas que se salieron de control por las críticas condiciones ambientales que empezaron a afectar la zona.
También en una investigación publicada en la revista científica estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences, se afirma que uno de los elementos principales que propiciaron el declive de esta civilización fueron los conflictos dentro de los mismos habitantes, pues no se ha encontrado evidencia que pruebe que la ciudad fue invadida por pueblos extranjeros.
No obstante, antes de la tragedia Teotihuacan era una gran metrópoli con aproximadamente 250 mil habitantes. Al igual que los mexicas, eran una sociedad totalmente estratificada, por lo que las funciones que desempeñaban los habitantes dependía del lugar que ocuparan en la pirámide social.
Entre los miembros de la cultura teotihuacana se podían encontrar agricultores, comerciantes, guerreros y sacerdotes. Éstos desempeñaban tareas centrales para el funcionamiento de la ciudad. Por otro lado, también disfrutaban de criar perros y pavos.
En la temporada en la que todo era “felicidad y prosperidad” -al menos eso se aparentaba frente a las demás culturas- la población se encontraba beneficiada por su ubicación geográfica, pues tuvieron una posición privilegiada que les permitió establecer rutas comerciales con otras culturas mesoamericanas.
Entre los elementos que más comerciaban se encontraba uno de los minerales más cotizados del período: la obsidiana, la cual se obtenía de las canteras cercanas. También se caracterizaban por tener la mejor arcilla de la zona, que era de excelente calidad para la alfarería.
Según la investigadora mexicana Enriqueta García, gracias a las variadas condiciones climáticas pudieron cultivar alimentos como el frijol, chile, maíz, calabaza y tomate como sustento principal para todos los habitantes. Su consumo de carne se basaba ingerir conejos, codornices, liebres, venados, patos y armadillos. Del Lago de Texcoco obtenían sal y peces para sus comidas.
Tenían una religión politeísta y entre sus dioses principales se encontraban Tláloc, dios de la lluvia y agricultura; Quetzalcóatl, dios de la sabiduría; Huehuetéotl, dios del fuego y Tezcatlipoca, dios del cielo y la tierra.
Dejaron una importante herencia cultural al México contemporáneo, pues gracias a la construcción de su centro ceremonial a Quetzalcóatl y las pirámides del Sol y la Luna se pudo estudiar a profundidad las creencias y rituales teotihuacanos.
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