Está por todas partes. Siempre lo ha estado, pero en ocasiones el rostro más atroz de la violencia se manifiesta, multiforme, en un vórtice que parece no dar tregua. Esta semana, en México, nos ha mostrado un caleidoscopio del horror. Tres periodistas han sido asesinados en pocos días. El fotógrafo Margarito Martínez, al que todos conocían como “el 4-4 de Tijuana” en un guiño al código de seguridad 10-4, algo así como “copiado”. El director del portal Inforegio, José Luis Gamboa, que murió apuñalado en Puerto de Veracruz. Y de nuevo en Tijuana, el pasado domingo, encontraron el cadáver de la reportera Lourdes Maldonado con el rostro acribillado. Hace tres años acudió a una conferencia de prensa del presidente, Andrés Manuel López Obrador, y aseguró que temía por su vida. Los esquemas de seguridad fallan, una y otra vez, mientras los criminales, a menudo vinculados a los carteles de narcotraficantes, siguen impunes. Este martes una cadena de concentraciones en 23 Estados del país pedirá al Gobierno que actúe para proteger a los comunicadores y garantizar el derecho a la información.
Pero la violencia contra los periodistas no es la única imagen terrible de ese caleidoscopio. Ciudad Juárez ha sido escenario, de nuevo, de un feminicidio que ha revuelto a una comunidad ya acostumbrada a convivir con ese abismo. El doble crimen de Tania y Nohemí, asesinadas y tiradas en la cuneta, encierra además todo el odio contra el colectivo LGTB+. Lo inhumano ha convulsionado también a Puebla, donde el cuerpo de un bebé de tres meses fue arrojado en el basurero de una cárcel tras haber sido robado en un cementerio de Iztapalapa, en Ciudad de México. Por este escalofriante caso, de momento, han sido detenidos 19 funcionarios del penal. Y más víctimas: el viernes dos turistas murieron en una balacera en un hotel cinco estrellas del parque temático Xcaret en la Riviera Maya.
A pesar de la brutalidad de la semana, México ha tenido otros dos focos informativos. Uno estrictamente político, por el nombramiento de 16 nuevos embajadores y altos cargos en plazas clave en América Latina y Europa. El presidente eligió a personas de confianza, pero sus designaciones -entre las que figuran exdirigentes del PRI y un historiador acusado de acoso sexual, Pedro Salmerón, que ha provocado una enorme indignación- se configuran como un campo de batalla interno de Morena, el partido que sostiene al Gobierno. Les recomiendo esta columna de Viri Ríos, que nos da las claves de la decisión.
El segundo foco ha tratado de arrojar luz sobre la hija secreta de Gabriel García Márquez, Indira Cato, aunque nuestro compañero David Marcial Pérez ha buceado en otra página del pasado del premio Nobel de Literatura que quedó plasmada en los archivos de la policía política del PRI. La agencia de inteligencia mexicana, la Dirección Federal de Seguridad, siguió los pasos del escritor, víctima de esa operación de espionaje desde finales de los años sesenta, para finalmente tratar de presentarlo como “un agente de propaganda procubana y soviética”. No se pierdan esta exclusiva.
Estas son otras de las historias más destacadas de la semana en EL PAÍS México:
Estudió Filosofía y Letras y en 2006 empezó a trabajar en EL PAÍS tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana. Actualmente trabaja en la redacción de Ciudad de México
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