Arte y cultura

Carlos Pellicer: Mexicano y tabasqueño de todo corazón – El Heraldo de México

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febrero 01, 2022

CULTURA
Carlos Pellicer fue un tabasqueño de todo corazón. Mientras más conozco a los habitantes de esas aguas –como él gustaba llamarlas– más comprendo, no sólo las profundas raíces que nutrieron al poeta, sino sus flores y sus frutos, su deslumbrante poesía que bien podemos calificar como entrañablemente tabasqueña.
Mucho se ha escrito sobre poesía y, sin embargo, estoy seguro de que el tiempo traerá cada día nuevas lecturas, diversas y complementarias, por la riqueza infinita de su obra.
Como dijera su admirado Antonio Machado, Pellicer fue un hombre “en el buen sentido de la palabra, bueno”. Un hombre que buscó siempre servir, y a servir dedicó su vida.
Primero, poniendo la palabra poética al servicio de sus lectores, abriendo no sólo los paisajes exteriores, sino los del alma, que van desde la admiración a los héroes, a la sensualidad sin condiciones y la religiosidad más absoluta y humilde.
Su actividad política podría resumirse así: fue carrancista, vasconcelista, antifranquista y antiimperialista. Trabajó como maestro de secundaria durante más de 15 años y a principios de los años 40 del siglo pasado empezó su trabajo en lo que hoy es el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, que dirigió entre
1943 y 1946.
Su labor como creador y organizador de museos siguió después. Primero en su natal Villahermosa con el Museo del Estado y continuó con el Museo de la Universidad de Hermosillo; la casa-museo de Frida Kahlo; el Museo de Sitio en Palenque; el Anahuacalli; el Parque de la Venta en Villahermosa; el Museo de Tepoztlán (para el que regaló su colección); el Parque de Exposiciones en Acapulco y finalmente el proyecto para el museo de sitio en Comalcalco.
Poco antes de morir ganó una curul en el Senado de la República donde pensaba ser el representante de los indígenas tabasqueños.
Pellicer, desde muy joven, comenzó a reunir los más variados objetos: piezas arqueológicas, libros, corbatas, artesanías, pinturas, grabados, fotografías y muchas más cosas, difíciles de describir, pero que consideraba importantes.
A su muerte, poco a poco, he ido entregando todo este universo. La biblioteca, con más de 15 mil volúmenes, a El Colegio de México. La colección arqueológica al Museo de Tabasco. El archivo con sus manuscritos y correspondencia, y más de 4 mil fotografías, a la Biblioteca Nacional. Sus registros fonográficos a la Fonoteca Nacional. Y, hace unos meses, la mitad que yo heredé de su colección de pintura y grabado, al INBAL, para su conservación y difusión a cargo del Museo Nacional de Arte.
Oigo a veces, por ahí, la palabra generosidad. Solo quiero aclarar que quienes mejor la merecen son las instituciones que aceptan un donativo y se comprometen a cuidarlo, estudiarlo y difundirlo.
Repito mi recomendación de siempre: lean la poesía de Pellicer. Es una alegría indispensable en estos tiempos de confusión y sufrimiento. Quien no lee a Pellicer… se lo pierde y se pierde la mejor poesía de Tabasco, una de las mejores de México y de nuestra lengua.
Para mi, Carlos Pellicer es –antes que nada– mi tío y mi maestro: una de las grandes fortunas de mi vida.
Por Carlos Pellicer López
PAL

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