Por: Edelmiro Franco. Corresponsal
Bogotá, 11 Dic (Notimex).- Negociar con narcotraficantes para otorgar una amnistía sería una decisión desesperada del Estado y generaría una desazón en la sociedad mexicana que no puede renunciar a combatir a la mafia de las drogas, señaló el penalista y profesor de la Universidad del Rosario, Álvaro Garzón.
“Resulta cuestionable la propuesta de Manuel López Obrador, de pretender hacer la comparación con el actual sistema de Justicia Transicional que actualmente opera en Colombia, que está enmarcada en temas de delitos políticos, como es la rebelión”, dijo a Notimex el profesor y coordinador del área penal del Consultorio Jurídico de la universidad colombiana.
El líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y precandidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador se declaró abierto a convocar a una consulta para otorgar amnistía a traficantes de drogas siempre y cuando exista el apoyo de las víctimas y de sus familiares, lo que ha generado una serie de críticas a nivel nacional e internacional.
Garzón recordó que en Colombia se hizo una negociación en 1990 con los jefes del cártel de Medellín y en particular con el capo Pablo Escobar –pero sin llegar a ser amnistía- en donde se otorgaron beneficios jurídicos para garantizar la entrega y el sometimiento a la justicia colombiana.
El cártel de Medellín desencadenó una guerra contra el Estado colombiano con una serie de atentados terroristas que dejaron decenas de civiles muertos y una de sus exigencias era que las autoridades prohibieran la figura de la extradición.
Pablo Escobar el narcotraficante más temido en toda la historia de Colombia, utilizó un slogan para promover la guerra contra el Estado colombiano: “Prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”.
El 19 de junio de 1991, Escobar y algunos de sus hombres de confianza se entregaron a la justicia colombiana después de la aprobación -ese año- de la nueva Constitución de Colombia, que reemplazó la de 1886, y en la que se abolió la figura de la extradición.
Escobar logró negociar con el gobierno del presidente César Gaviria ser recluido en una prisión que él mismo escogió en las afueras de la ciudad de Medellín, que se conoció como “La Catedral”.
Con Escobar fueron recluidos Jhon Jairo Velásquez Vásquez, (alias Popeye), Carlos Aguilar Gallego (El Mugre), Otoniel González Franco (Otto), Valentín de Jesús Taborda Echeverría y Gustavo González Flórez.
Otros convictos fueron Jorge Eduardo Avendaño Arango, Johnny Edisson Rivera Acosta, John Jairo Betancourt Montoya, Juan Carlos Díez Bedoya, Alfonso León Puerta Muñoz, José Fernando Ospina Montoya y Luis Fernando Henao Giraldo.
Los narcotraficantes debían acogerse a la figura de la terminación anticipada del proceso, durante la etapa de la investigación, para poder tener un beneficio de rebaja de pena equivalente a una sexta parte. Este beneficio era adicional y se acumularía al que recibiría por confesión.
Escobar y sus hombres tendrían derecho a una tercera parte de rebaja de la pena, pero solo por el delito confesado, y a una sexta parte por la aplicación de la Terminación Anticipada del Proceso. Esto, además de la redención de pena por trabajo o estudio.
Contra el jefe del cártel de Medellín cursaban en el momento de su entrega 18 investigaciones y al menos igual número de indagaciones preliminares.
Para el profesor Garzón, estos beneficios en su momento “criminalmente no fueron adecuados” y se dieron en una coyuntura de actos de terror que desarrolló el cártel narcotraficante en diferentes ciudades de Colombia.
En ese momento, indicó, el Estado colombiano “no tenía la capacidad de confrontar las bombas, los muertos que dejaba la ola de terror. El cártel arrodilló al Estado colombiano” y crearon las condiciones objetivas para entablar diálogos con el Estado.
La prisión donde estaba Escobar y sus hombres tenía más comodidades que un hotel de cinco estrellas con salas de conferencia, salón, tres habitaciones de lujo para residentes, dormitorios colectivos, seis cuartos de baño, dependencias para 40 guardias que vigilaban que no se pudiera entrar, cancha de fútbol y salón de juegos recreativos.
Escobar en prisión logró consolidarse como “símbolo urbano” en Medellín, controlaba su propia guardia y seguía ordenando asesinatos y dirigiendo su negocio de drogas.
Cuando las autoridades colombianas intentaron tomar el control de “La Catedral”, Escobar y sus hombres escaparon el 22 de julio de 1992 y dieron pie a una ofensiva de los organismos de seguridad para encontrarlos que finalizó el 2 de diciembre 1993 cuando -con apoyo de la DEA- le dieron muerte en un operativo realizado en un barrio de clase media en el occidente de Medellín.
El penalista consideró que la experiencia de esta negociación lleva a la conclusión que esa no era “la salida idónea”, porque los capos del cártel abusaron de la figura y siguieron delinquiendo desde “La Catedral”.
NTX/I/EF/SBE/
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