Luis Eduardo De La Torre

Luis Eduardo De La Torre
  / sábado 5 de febrero de 2022
Nos hablaron de un futuro en donde el dinero físico, billetes y monedas se convertirían en piezas de museo, en donde el intercambio de dinero se daría a través de nuestros teléfonos, correos electrónicos o incluso huella digital, pagar desde un dulce hasta una casa por medio de un QRCode, una imaginaria utopía que nos podría llevar a una muy real distopía, bienvenido a México 3.0.
Nuestro país ha vivido a lo largo de su historia diversos procesos que han dado forma a nuestra realidad, dejando a un lado lo social, y centrándonos en lo económico y digital podemos identificar dos periodos fundamentales, uno en donde la economía de manera primitiva dio paso al uso de papel moneda y otro en donde la banca se consolidó con una oferta variada de servicios tanto para empresas como para particulares; hoy, que el futuro nos ha alcanzado, podemos escribir sobre un país que da los primeros pasos para una digitalización más amplia en su economía, nuevas maneras de hacer negocios y de realizar las transacciones económicas del día a día para todos; sin embargo, la invitación a la reflexión es ¿Qué tan listos estamos para ello?
México es un país donde solo el 47% de sus habitantes mayores de edad tiene una cuenta bancaria, de ellos más del 80% vive en zonas urbanas. Según datos de Forbes México: “El auge de las criptomonedas y la aceleración de la transición hacia la economía digital, potenciada por la pandemia del Covid-19, han orillado a distintos bancos centrales del mundo a explorar la posibilidad de lanzar su propia moneda digital. El Banco de México (Banxico) no es la excepción: el banco central del país anunció que en 2024 pondrá en circulación su propia moneda digital”.
Cabe aclarar amigo lector, que no es lo mismo una criptomoneda que una moneda digital, existen muchas diferencias, pero entre las más destacables están que, una criptomoneda no cuenta con el respaldo -ni control- de un banco central, mientras que una moneda digital sí, así como que las criptomonedas cuentan como una de sus grandes ventajas con una evidencia digital de sus operaciones a través de la tecnología “blockchain” que es en una explicación somera: “una base de datos distribuida y segura -gracias al cifrado- que se puede aplicar a todo tipo de transacciones que no tienen por qué ser necesariamente económicas”. (Javier Pastor, Xataka).
Uno de los principales factores de los que impulsan esta revolución económica es la “practicidad” en el uso de divisas digitales, tales como, la capacidad de administrar de manera digital todas las operaciones, que una nación deje de amortizar el costo de imprimir billetes y maquilar moneda física, exactitud en el intercambio comercial hasta el centavo, seguridad al no tener que cargar efectivo, portabilidad, y una que poco se ha mencionado que es la higiene y el cuidado a la salud de las personas, al no tener que intercambiar y tocar obviamente papel y metal que ha estado en manos de otras que podrían estar contagiadas de alguna enfermedad, como el mal de nuestros tiempos.
Ejemplos de realidades muy dispares en lo social y lo económico como Suecia o Venezuela, están ahora muy acostumbrados al uso de una economía casi digitalizada, en la primera, más por las ventajas antes mencionadas y en la segunda, más por los demonios que la hiperinflación conllevan.
En el caso mexicano existen muchas barreras que debemos aún superar, principalmente la brecha digital que trae el uso de nuevas tecnologías, la resistencia al cambio de los modelos establecidos, y la bancarización de una población que en su mayoría comercia de muchas maneras, en un mercado informal.
La creación de una Moneda Digital del Banco Central (MDBC) -vayamos acostumbrándonos al término- podría traer muchas ventajas a nuestro país, pero no todo son bondades en el papel -válgame la expresión- una de las principales preocupaciones de empresas y personas físicas por igual es el grado de control que pueden llegar a tener los gobiernos sobre las finanzas particulares, saber siempre ¿Cuánto se tiene? ¿Cómo y en qué se gasta? Definen un proceso de trazabilidad para toda operación monetaria, si bien se abatirían de fondo problemas como el lavado de dinero, el fraude, entre muchos otros, no deja espacio para la privacidad financiera de las personas, entendiendo esto como un derecho humano fundamental, al menos en lo que vivimos.
Largo es el camino aún que se tiene para que estos procesos se vivan en el día a día de nuestro país, pero recordemos que los grandes cambios llegan así, como una bofetada en la cara -no olvidemos la pandemia- y es labor de todos conocer, reflexionar, y ante todo estar preparados para las transformaciones que demandan los nuevos tiempos, más bueno que malo o viceversa, solo el tiempo lo dirá, lo seguro, es que tarde o temprano va a suceder ese México 3.0, y también que como siempre, el ingenio mexicano encontrará sus fisuras, por cierto, qué triste sería un bautizo sin “bolo” ¿no cree usted? Hasta la próxima.
Cuídate, usa siempre cubrebocas.
Nos hablaron de un futuro en donde el dinero físico, billetes y monedas se convertirían en piezas de museo, en donde el intercambio de dinero se daría a través de nuestros teléfonos, correos electrónicos o incluso huella digital, pagar desde un dulce hasta una casa por medio de un QRCode, una imaginaria utopía que nos podría llevar a una muy real distopía, bienvenido a México 3.0.
Nuestro país ha vivido a lo largo de su historia diversos procesos que han dado forma a nuestra realidad, dejando a un lado lo social, y centrándonos en lo económico y digital podemos identificar dos periodos fundamentales, uno en donde la economía de manera primitiva dio paso al uso de papel moneda y otro en donde la banca se consolidó con una oferta variada de servicios tanto para empresas como para particulares; hoy, que el futuro nos ha alcanzado, podemos escribir sobre un país que da los primeros pasos para una digitalización más amplia en su economía, nuevas maneras de hacer negocios y de realizar las transacciones económicas del día a día para todos; sin embargo, la invitación a la reflexión es ¿Qué tan listos estamos para ello?
México es un país donde solo el 47% de sus habitantes mayores de edad tiene una cuenta bancaria, de ellos más del 80% vive en zonas urbanas. Según datos de Forbes México: “El auge de las criptomonedas y la aceleración de la transición hacia la economía digital, potenciada por la pandemia del Covid-19, han orillado a distintos bancos centrales del mundo a explorar la posibilidad de lanzar su propia moneda digital. El Banco de México (Banxico) no es la excepción: el banco central del país anunció que en 2024 pondrá en circulación su propia moneda digital”.
Cabe aclarar amigo lector, que no es lo mismo una criptomoneda que una moneda digital, existen muchas diferencias, pero entre las más destacables están que, una criptomoneda no cuenta con el respaldo -ni control- de un banco central, mientras que una moneda digital sí, así como que las criptomonedas cuentan como una de sus grandes ventajas con una evidencia digital de sus operaciones a través de la tecnología “blockchain” que es en una explicación somera: “una base de datos distribuida y segura -gracias al cifrado- que se puede aplicar a todo tipo de transacciones que no tienen por qué ser necesariamente económicas”. (Javier Pastor, Xataka).
Uno de los principales factores de los que impulsan esta revolución económica es la “practicidad” en el uso de divisas digitales, tales como, la capacidad de administrar de manera digital todas las operaciones, que una nación deje de amortizar el costo de imprimir billetes y maquilar moneda física, exactitud en el intercambio comercial hasta el centavo, seguridad al no tener que cargar efectivo, portabilidad, y una que poco se ha mencionado que es la higiene y el cuidado a la salud de las personas, al no tener que intercambiar y tocar obviamente papel y metal que ha estado en manos de otras que podrían estar contagiadas de alguna enfermedad, como el mal de nuestros tiempos.
Ejemplos de realidades muy dispares en lo social y lo económico como Suecia o Venezuela, están ahora muy acostumbrados al uso de una economía casi digitalizada, en la primera, más por las ventajas antes mencionadas y en la segunda, más por los demonios que la hiperinflación conllevan.
En el caso mexicano existen muchas barreras que debemos aún superar, principalmente la brecha digital que trae el uso de nuevas tecnologías, la resistencia al cambio de los modelos establecidos, y la bancarización de una población que en su mayoría comercia de muchas maneras, en un mercado informal.
La creación de una Moneda Digital del Banco Central (MDBC) -vayamos acostumbrándonos al término- podría traer muchas ventajas a nuestro país, pero no todo son bondades en el papel -válgame la expresión- una de las principales preocupaciones de empresas y personas físicas por igual es el grado de control que pueden llegar a tener los gobiernos sobre las finanzas particulares, saber siempre ¿Cuánto se tiene? ¿Cómo y en qué se gasta? Definen un proceso de trazabilidad para toda operación monetaria, si bien se abatirían de fondo problemas como el lavado de dinero, el fraude, entre muchos otros, no deja espacio para la privacidad financiera de las personas, entendiendo esto como un derecho humano fundamental, al menos en lo que vivimos.
Largo es el camino aún que se tiene para que estos procesos se vivan en el día a día de nuestro país, pero recordemos que los grandes cambios llegan así, como una bofetada en la cara -no olvidemos la pandemia- y es labor de todos conocer, reflexionar, y ante todo estar preparados para las transformaciones que demandan los nuevos tiempos, más bueno que malo o viceversa, solo el tiempo lo dirá, lo seguro, es que tarde o temprano va a suceder ese México 3.0, y también que como siempre, el ingenio mexicano encontrará sus fisuras, por cierto, qué triste sería un bautizo sin “bolo” ¿no cree usted? Hasta la próxima.
Cuídate, usa siempre cubrebocas.
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